domingo, 8 de octubre de 2017

La vocación religiosa no entiende de edad. ---------------------------------- Si hace unas décadas lo habitual es que los seminaristas iniciasen su formación una vez finalizada la Secundaria, ahora hay quienes deciden ser sacerdotes tras haber terminado la carrera o después de varios años trabajando. El Seminario Mayor de Santiago es un buen ejemplo de este cambio. Entre los 23 alumnos que se forman para ser curas hay diversidad de edades: entre los 18 años y quienes ya rondan los 50. Dos seminaristas coruñeses cuentan su experiencia






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Sacerdotes de vocación tardía

Aumentan quienes inician su formación religiosa tras finalizar la carrera o haber trabajado unos años - El Seminario Mayor de Santiago cuenta con 23 alumnos entre los 18 y los 49 años

23.03.2013 | 10:49
Santiago Fernández en su habitación. / la opinión
Santiago Fernández en su habitación. / la opinión
La vocación religiosa no entiende de edad. Si hace unas décadas lo habitual es que los seminaristas iniciasen su formación una vez finalizada la Secundaria, ahora hay quienes deciden ser sacerdotes tras haber terminado la carrera o después de varios años trabajando. El Seminario Mayor de Santiago es un buen ejemplo de este cambio. Entre los 23 alumnos que se forman para ser curas hay diversidad de edades: entre los 18 años y quienes ya rondan los 50. Dos seminaristas coruñeses cuentan su experiencia

El perfil de quienes en el siglo XXI deciden dedicarse al sacerdocio poco tiene que ver con el de sus compañeros de anteriores promociones. Si hace unas décadas el Seminario Mayor de Santiago se nutría principalmente de jóvenes que iniciaban su formación religiosa nada más terminar sus estudios secundarios, entre los 23 alumnos matriculados este curso hay disparidad de edades. "Tenemos seminaristas desde los 18 hasta los 49 años. Ahora algunos llegan después de haber finalizado la carrera o tras haber trabajado varios años", señala el rector del Seminario compostelano, Carlos Álvarez, quien reconoce que demorar la entrada en el centro tiene sus pros y sus contras. "Estos alumnos tienen una experiencia por haber trabajado o incluso haber tenido novia que es una riqueza, pero esto también conlleva una dificultad. No es lo mismo cambiar a los 18 que a los 40 años", resalta.
Solo tres de los alumnos actuales del centro compostelano procedían del Seminario Menor, es decir, ya tenían claro desde adolescentes que querían encaminar sus pasos hacia el sacerdocio. Los cambios y la evolución de la sociedad están detrás de este cambio en el perfil de los seminaristas, según el rector del centro compostelano. "La situación actual es totalmente distinta a la de hace unas décadas, ha cambiado la mentalidad, la forma de vida... Igual que ahora la gente decide casarse más tarde o retrasar el tener hijos, es normal que haya personas que no se den cuenta de que esta es su vocación hasta que pasa un tiempo", indica Álvarez.
Eso sí, los seminaristas de antes y de ahora tienen algo en común: su deseo de encontrarse con Jesucristo. "Es lo que da sentido a nuestra vida", indica Carlos Álvarez, quien reconoce que es algo difícil de explicar. "Ocurre como en una relación de pareja, lo importante es enamorarte, pero es difícil verbalizar porqué quieres tanto a esa persona", sostiene y añade: "En la vocación sacerdotal hay un amor que se renueva todos los días, pero hay que ver esta profesión con normalidad. Es bonito, somos felices, pero no significa que no haya dificultades, no todo es maravilloso".
El Seminario Mayor de Santiago cuenta este año con 23 alumnos -cinco en el primer curso, cuatro en segundo, tercero y cuarto, tres en quinto, uno en sexto y otros dos que este años se ordenarán sacerdotes-, lo que supone dos seminaristas más que el pasado curso. Sus responsables se muestran muy satisfechos con el número de seminaristas. "Es cierto que las cifras nada tienen que ver con la época entre 1955 y 1965, donde llegaron a ordenarse hasta 60 sacerdotes en un único año, pero hay que mirar la estadística son perspectiva. Si se analizan los datos desde 1900 hasta ahora, hay muchos años -y no sólo los últimos- en donde lo habitual es que se ordenasen solo un par de sacerdotes", señala Carlos Álvarez, quien reconoce que a finales de los 50 hubo un repunte "porque era una posibilidad para estudiar en Santiago y las familias eran más religiosas y esto ayudaba".
La vida en el seminario es similar a la de cualquier otro centro de estudio solo que los futuros sacerdotes viven en régimen interno. "Nos levantamos a las siete de la mañana, vamos a la capilla a orar o celebrar misa y a las 08.30 horas desayunamos. Las clases son de 09.00 a 14 horas, después comemos y hay tiempo de descanso hasta las cuatro", indica Álvarez, quien recuerda que las tardes se dedican "al estudio o actividades deportivas". "A las ocho tenemos misa y después de cenar, sobre las once, todos debemos estar en las habitaciones para descansar", indica el rector del seminario compostelano.
"Los fines de semana cada alumno va la parroquia que tiene asignada, son una especie de prácticas, en donde ayudan con la catequesis o en otras tareas", indica Álvarez, quien sostiene que ayudar a los demás es otra de las misiones de los sacerdotes. Por ello, desde el seminario participan -especialmente en verano- en diferentes proyectos solidarios. Uno de los más ambiciosos llevó a varios seminaristas a Perú el verano pasado. El objetivo, mantener una guardería en uno de los barrios más pobres y garantizar que los niños tienen qué comer durante todo el año.
Santiago Fernández, de 37 años, descubrió su vocación sacerdotal hace solo un lustro. El del medio de once hermanos, sostiene que se crio en el seno de una familia "normal". "No eran muy religiosos y aunque yo siempre estuve en la parroquia como catequista, nunca había pensado en ser sacerdote", sostiene este vecino de la parroquia de Turces en Touro que estudia 5º curso en el Seminario Mayor de Santiago.
Como cualquier otro joven de su edad inició una carrera tras el instituto y cuando se tituló comenzó a trabajar. "La verdad es que siempre noté que me faltaba algo. Al principio me dije, se me pasará al terminar la carrera y después pensé que al trabajar, pero después de 9 años con empleo seguía notando que me faltaba algo", recuerda.
"Hubo quien me preguntó si no me gustaría ser sacerdote y la verdad es que me sorprendió, nunca lo había pensado, pero al final di el salto y ahora estoy muy contento, era mi camino", indica y añade: "En casa, al principio fue un shock porque no lo esperaban". Distinto fue con las amistades. "Hubo de todo, pero precisamente me sorprendió que los no creyentes fueron los que más me animaron a hacerlo si era feliz", indica.


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