viernes, 3 de noviembre de 2017

Más allá del vodka, el caviar y las 'matrioshkas' C. P. B. Actualizada 07/03/2010 a las 19:28 Al pasar por la plaza Santa Cruz a uno le puede dar un súbito golpe de frío. ¿Por qué? Porque de uno de sus pequeños comercios cuelga un cartel en el que se lee Siberia-Aragón. Sin embargo, una vez dentro de esta suerte de ultramarinos, donde bien podría comprar el doctor Zhivago, no hay gelidez que valga. "Llevamos tres meses abiertos y la cosa está funcionando. Tenemos una amplia oferta de lo que aquí se consideran 'delicatessen' a muy buen precio", explica en un correctísimo español Nikita Smirnov. Su apellido, sí, evoca a uno de los productos rusos más demandados por los españoles, el vodka, pero en la tienda de Nikita se pueden encontrar otras bebidas más exóticas. "El tópico ruso se apoya en tres elementos: el vodka, el caviar y las matrioshkas. Aquí, aunque también tenemos esa oferta, ampliamos las miras a muchos más productos como el cognac ruso o los licores de bayas y arándanos". También se venden "bayas silvestres o espino amarillo, que se come crudo y es como un cítrico con más vitamina C que el propio limón", explica Nikita. Por sus estantes se ven latas y botes de etiquetas indescifrables (están todas en alfabeto cirílico), aunque con un poco de ayuda se descubre que encierran vinagre blanco de hortalizas, mortadela de ternera, paté de salmón ahumado o huevas de perca. "La gastronomía rusa tiene mucho tirón", dice, al tiempo que desmiente un mito: "No, no, la ensaladilla rusa no es rusa, simplemente la bautizaron así, pero nada tiene que ver con nosotros", sonríe este gigantón que lleva diez años viviendo en España. Sus clientes comenzaron siendo amigos e inmigrantes de su propia comunidad -hay cerca de mil rusos en Zaragoza, más otras tantas personas de Moldavia, Azerbaiyán, Georgia, Armenia y otros países de la órbita ex soviética- aunque, poco a poco, los españoles se convencen más. "Además, como estamos en el Casco Viejo también pasan muchos turistas y entran a cotillear. Ah, y muchos zaragozanos que han visitado Rusia y luego quieren 'repetir' y volver a probar tal o cual comida", explica. Figuritas e iconos Pero no todo iba a ser gastronomía -aunque antes de dar carpetazo al asunto, explican, que quieren hacer un libro de recetas para enseñar a cocinar sus 'comidas a cuchara'-. En Siberia-Aragón también se encuentran iconos ortodoxos pintados a mano, huevos de Pascua repletos de cintas o esos imperdibles con muñequitas 'matrioshkas' colgando que están tan de moda. La madre de Nikita, Larisa Smirnova, explica las ambiciones culturales del negocio, que en breve incluirá también un espacio expositivo: "Existe mucha inmigración y la tienda también sirve de punto de encuentro para estar en contacto entre nosotros y no perder las costumbres". En Zaragoza, cuentan, hay dos asociaciones (Arka y Souz) y un grupo folclórico, llamado Kupalinka, que actúa con sus bailes en las diferentes fiestas. También hay otras tiendas de productos rusos -"bueno, ahora más ucranianos"- en Zaragoza como la propia Kalinka, una de las más conocidas, que abrió en 2005 y está cerca de la puerta del Carmen. Entre todos urden el sueño de formar una Casa de Rusia en Zaragoza, aunque estas aspiraciones son laboriosas y a veces se resisten: "Intentamos montar un negocio de artesanía, porque también tallo madera con formas decorativas, pero no cuajó", cuenta Nikita, que, sin embargo, no tuvo miedo a abrir su ultramarinos en plena crisis. "Trabajé en el pabellón de la Expo de mi país y allí ya me di cuenta de que la comida y los productos 'gourmet' como el boletus, la nata agria o el kefir (en España se compra de leche de cabra y nosotros lo hacemos de vaca) causaban furor", explica. "Además, todos los que compran, vuelven, y eso es buena señal", dice, antes de contar que sus productos le llegan en su mayoría vía Alicante, Valencia y Barcelona. Su pan de centeno (¡del 65% de centeno!), sus mostazas picantes y sus arándanos agrios les hacen pensar que están un poco más cerca de aquella región más allá de los Urales, a la que vuelven -eso sí- cuando tienen vacaciones.
















Al pasar por la plaza Santa Cruz a uno le puede dar un súbito golpe de frío. ¿Por qué? Porque de uno de sus pequeños comercios cuelga un cartel en el que se lee Siberia-Aragón. Sin embargo, una vez dentro de esta suerte de ultramarinos, donde bien podría comprar el doctor Zhivago, no hay gelidez que valga.

"Llevamos tres meses abiertos y la cosa está funcionando. Tenemos una amplia oferta de lo que aquí se consideran 'delicatessen' a muy buen precio", explica en un correctísimo español Nikita Smirnov. Su apellido, sí, evoca a uno de los productos rusos más demandados por los españoles, el vodka, pero en la tienda de Nikita se pueden encontrar otras bebidas más exóticas. "El tópico ruso se apoya en tres elementos: el vodka, el caviar y las matrioshkas. Aquí, aunque también tenemos esa oferta, ampliamos las miras a muchos más productos como el cognac ruso o los licores de bayas y arándanos".

También se venden "bayas silvestres o espino amarillo, que se come crudo y es como un cítrico con más vitamina C que el propio limón", explica Nikita. Por sus estantes se ven latas y botes de etiquetas indescifrables (están todas en alfabeto cirílico), aunque con un poco de ayuda se descubre que encierran vinagre blanco de hortalizas, mortadela de ternera, paté de salmón ahumado o huevas de perca. "La gastronomía rusa tiene mucho tirón", dice, al tiempo que desmiente un mito: "No, no, la ensaladilla rusa no es rusa, simplemente la bautizaron así, pero nada tiene que ver con nosotros", sonríe este gigantón que lleva diez años viviendo en España.

Sus clientes comenzaron siendo amigos e inmigrantes de su propia comunidad -hay cerca de mil rusos en Zaragoza, más otras tantas personas de Moldavia, Azerbaiyán, Georgia, Armenia y otros países de la órbita ex soviética- aunque, poco a poco, los españoles se convencen más. "Además, como estamos en el Casco Viejo también pasan muchos turistas y entran a cotillear. Ah, y muchos zaragozanos que han visitado Rusia y luego quieren 'repetir' y volver a probar tal o cual comida", explica.

Figuritas e iconos

Pero no todo iba a ser gastronomía -aunque antes de dar carpetazo al asunto, explican, que quieren hacer un libro de recetas para enseñar a cocinar sus 'comidas a cuchara'-. En Siberia-Aragón también se encuentran iconos ortodoxos pintados a mano, huevos de Pascua repletos de cintas o esos imperdibles con muñequitas 'matrioshkas' colgando que están tan de moda. La madre de Nikita, Larisa Smirnova, explica las ambiciones culturales del negocio, que en breve incluirá también un espacio expositivo: "Existe mucha inmigración y la tienda también sirve de punto de encuentro para estar en contacto entre nosotros y no perder las costumbres". En Zaragoza, cuentan, hay dos asociaciones (Arka y Souz) y un grupo folclórico, llamado Kupalinka, que actúa con sus bailes en las diferentes fiestas.

También hay otras tiendas de productos rusos -"bueno, ahora más ucranianos"- en Zaragoza como la propia Kalinka, una de las más conocidas, que abrió en 2005 y está cerca de la puerta del Carmen. Entre todos urden el sueño de formar una Casa de Rusia en Zaragoza, aunque estas aspiraciones son laboriosas y a veces se resisten: "Intentamos montar un negocio de artesanía, porque también tallo madera con formas decorativas, pero no cuajó", cuenta Nikita, que, sin embargo, no tuvo miedo a abrir su ultramarinos en plena crisis. "Trabajé en el pabellón de la Expo de mi país y allí ya me di cuenta de que la comida y los productos 'gourmet' como el boletus, la nata agria o el kefir (en España se compra de leche de cabra y nosotros lo hacemos de vaca) causaban furor", explica. "Además, todos los que compran, vuelven, y eso es buena señal", dice, antes de contar que sus productos le llegan en su mayoría vía Alicante, Valencia y Barcelona. Su pan de centeno (¡del 65% de centeno!), sus mostazas picantes y sus arándanos agrios les hacen pensar que están un poco más cerca de aquella región más allá de los Urales, a la que vuelven -eso sí- cuando tienen vacaciones.

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